Sandro De America 1945 2009

Jorge Fernandez Diaz/La Nacion

Hubo un tiempo en el que representaba el pecado. Era, claro está, un pecado módico, una sensualidad decorosa, un erotismo sudoroso y cuidado, a la medida de toda esa época ingenua.

Luego sucesivos mitos argentinos ocuparon aquel lugar transgresor e inquietante: el pecado se volvió entonces más ominoso y explícito en la Argentina. Pero Sandro no se cayó de su trono. Reconvirtió su sensualidad física en seducción intelectual, y sus bailes acrobáticos y pélvicos en parodias tiernas. Le bastó para seguir siendo un cantante popular inoxidable, que hasta se burlaba de sí mismo.

Con el tiempo logró "desgrasarse" sin dejar el target plebeyo, y acceder a públicos más sofisticados, que lo veían como un Sinatra criollo y kitsch, y lo seguían con una mezcla de perplejidad, condescendencia y profunda admiración en sus conciertos del Gran Rex.

Sabiéndose ya unánime, Sandro gozó al final hasta del prestigio, el Olimpo que no muchas voces románticas alcanzan en vida. Después de muertas, cuando se vuelven inofensivas, esas voces suelen ser canonizadas por las clases medias biempensantes y hasta por los intelectuales. Sandro consiguió ese extraño privilegio cuando estaba lúcido y relativamente sano, y gozó varios años de esas mieles.

Era, en los temas rápidos, una broma de su pasado. Una broma compartida con su público. Y era, en los lentos, un cantante excepcional, una deidad de la canción melódica.

Como celebridad, levantó un muro contra las miserias del chisme y la delación. Y a pesar de ser tan grande, jamás se dio importancia. Le oí pronunciar una vez una extraña frase: nunca consumas la mercadería que producís. No te creas la farsa del éxito, quería decir. No te entregues al personaje que inventaste ni al ambiente falsamente brillante que te arropa ni al ego que te acecha. No caigas en la tumba de la gloria. Es quizás por eso que Sandro jamás pretendió aparentar lo que no era: muchas veces se regocijaba incluso desarmando el homenaje pomposo que le hacían con un chiste de barrio. Un chiste revestido de una carcajada abrupta y mefistofélica.

Hacía ayuda solidaria y social en la más absoluta de las reservas, y era generoso con sus amigos: a varios los rescató de la mala, y les prohibió que se lo contaran a los medios.

Es curioso. Murió un ídolo argentino que era un caballero, un campeón de la cortesía, un milagro de la amistad, un hidalgo. No muere un demagogo, ni un profesional del escándalo, ni un improvisado ni un caprichoso ni un fabricante de rencores. Muere alguien que se parece a lo mejor que los argentinos queremos ser, y también a lo que lamentablemente no hemos sido.

Vaya redención para alguien que representaba el pecado.




















A principios de los años 70 con un grupo de chicos del barrio, Oscar Antonio Miguel y Grillo pasábamos música en los bailes de carnaval que organizaba una sociedad de fomento en Avellaneda y se contrataban conjuntos musicales como se les decía por entonces.
Para una de esas jornadas se anunciaba en el afiche de publicidad del club que nosotros mismos salíamos a pegar por la el barrio.
Gran Baile de Carnaval con la presentación de SANDRO Y LOS DEL FUEGO ...ahora nos parece increíble el baile fue suspendido .........No se vendieron las entradas.
Pero cuando el anuncio era el de los Monfortinos un grupo de Gallegos con gaitas redoblante y panderetas se llenaba de gente era todo muy familiar bailaban chicos y grandes en las dos pistas de baile planta baja y primer piso que tenia el club todo el barrio concurría desde la abuela hasta el mas chico de la familia.
Hoy día nos seguimos juntando con los chicos de aquellos tiempos de ese barrio amigos de toda la vida y recordamos la cantidad de horas que pasábamos dentro del club la paga era el pancho y la Coca y siempre contamos la misma anécdota la de Sandro unos de los cantantes mas conocidos y famosos de la canción latino americana.
Con el correr de los años la fotografía me llevo a retratarlo varias veces cuando venia el pedido de la sección espectáculos para cubrir una nota entrevista o recital estaba primero en la fila.
El ídolo generaba en cada una de sus canciones una actuación distinta lograba que la gente con sus interpretaciones se emocionara hasta el llanto o que bailara sin para o que se riese con sus humoradas .
Sandro fue un elegido tenia un carisma especial sobre el escenario y era increíble la adoración de su publico sobre todo las mujeres que enloquecían le gritaban barbaridades y le tiraban de todo lo que se puedan imaginar y mucho mas desde un oso de peluche hasta una bombacha y los muchachos felices esperando que cante penumbras.. Penas..asi....o algún otro lento para bailar y enamorarlas el que es de esa generación que me lo desmienta.

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